6/9/07

Ejercicios de estilo III




Retroadaptable*

01
El ventilador se paró, y no esperó a que arrancara de nuevo. Lo desenchufó. Una animada versión del movimiento de las aspas continuó en el mecanismo de propulsión que llevó la heladera hasta ella. Y en el blanco doble puerta encontró la serenidad que sus ojos necesitaban.
Arrancó.
La revista se desplazó de una rodilla a la otra.
La heladera se paró. Y arrancó de nuevo. El amague prorrogó el tono monocorde de la siesta con vestido a rayas.
Y aterrizó en el piso.
También conocía esta versión.
Pero ni el ruido del motor de la heladera, ni la revista en el suelo, se pudieron imponer, al sonido insistente del timbre.

03

Se despertó de un sueño al que llegó demasiado tarde. El ventilador siguió soplando. Y en una geometría persistente descubrió la clave de su demora: la revista, dada vuelta en el piso -ese techito amarillento, el límite de su atención- invadía la rutina resbaladiza del parquet. Se acomodó contra el respaldar y sintió a su columna encastrar el barroquismo de sus segmentos oseos en cada ángulo del sillón. Tanteó en el aire, pero los pies desnudos solo se encontraron con el polvillo y su vacio galáctico, impermeable a la íntima confusión que le provocó la ausencia de las pantuflas. Y en esa deserción de los objetos auguró una provocación. El blanco invasivo de la taza de té y de la heladera conspiraban contra el rojo y el negro, la tauromaquia persistente en la decoración del pequeño departamento, prolongados epigonalmente en las pantuflas a rayas.
El sonido del timbre le impidió terminar de hipotetizar acerca del complot doméstico y acomodándose el vestido playero se deslizó, para terminar con otra incertidumbre cotidiana: bajar el picaporte, separar la puerta del marco, y acabar con esa invasión estridente.

05
Cerró la puerta. Giró la llave. Subió las escaleras. Se sacó las pantuflas. Puso la taza de té en el piso. Levantó la revista. Prendió el ventilador. Acomodó los almohadones en el sillón y empezó a leer. Una coreografía efectiva para conjurar la repetición isofónica del timbre.

06
Lo apagó y esperó que dejara de girar. Después apretó on y empezó a pasar las páginas amarillentas de la revista al ritmo de las aspas del ventilador. No encontraba ese dibujo. Las viñetas solo reproducian el blanco intermitente de la heladera. Una laguna de la memoria como un freezer doble puerta blanca. Levantó del piso, una revista más y volcó la taza de té sobre las otras.
Ya conocía esta versión.
Se levantó de un salto, tirando los almohadones al piso. Y empezó a sacudir las hojas para que se secararan. En la sacudida la asaltó la imagen que buscaba. Una onomatopeya. Un sonido agudo y perseverante atentando contra los límites de la geometría perfecta de la viñeta.
Y bajó corriendo a abrir.

07
Una chica. Excedida de peso. Vestido tricolor a la siesta. Una taza de té. Una silla roja. La heladera y el ventilador. Se mira. Se acomoda. Se lee.
Se trata del timbre.

10
Entre el sillón y la silla de plástico rojo improvisó un camastro donde arellanarse durante la siesta. La heladera arranca de nuevo y presiente que la ilustración de Ciccioni no es un buen preámbulo para el descanso. El robot de la tapa de la revista. Un armazón metalizada en actitud headbanger le recuerda la comunidad disidente que persevera tras la heladera. Levanta la taza de té del piso y la coloca en el antebrazo del sillón. No le gustaria que las cucarachas mojen sus patitas en el plato. Prende el ventilador para arrinconar en el olvido a esas cucarachas chapoteando vulgarmente en su té de tilo.
Un ensueño febril desarticulado, oportunamente, por el sonido insistente del timbre.


*fórmula para el desarrollo de los objetos y sus entornos basada en la prevalencia de la función sobre el estilo.

No hay comentarios.: