28/2/07







III


Un ejército de Florences Nightingale
se desplazan coreograficamente
despojos de mujeres famélicas
por la ausencia de sus hombres
con grandes capuchas oscuras
todas igualitas en los campos de batalla
de la gran Guerra de Secesión
recojiendo a los heridos
para contribuir a la feria de ausencias anatómicas
en las camillas de los hospitales
los cuerpos y los cadáveres
se acumulan con geometría perfecta
de amor maternal y rezos vespertinos
por la salud de los enfermos
por el fin del conflicto
por el retorno de los hombres a sus granjas
y ellas siguen iluminando los campos
con sus faroles a querosén ardiendo
de pasión la samaritana gloria
requisando entre los cadáveres
y las botas embarradas de los soldados
manchan con sus dedos ensangrentados
en un desesperado gesto de seducción
las austeras puntillas que asoman bajo
sus capotas de enfermeras
en su desesperación
por salvar al mundo
confeccionan una esperanza,
una gran masa de carne
la escultura corpórea de los sobrevivientes
un gran emplazamiento de torsos semidesnudos
y hombres dolientes acumulados
con la ayuda de los niños
en un gran espejo de sangre
hileras de hombres pálidos
y entumecidos de frío y dolor en la noche
amontonados con sus torniquetes
y sus uniformes rasgados
por las uñas de las encapotadas que los apilan
en orden unos junto a otros
los cuerpos mutilados
impiden el ingreso
de las cuadrillas de medicos al hospital
quienes admiran asombrados
la barricada orgánica
la ferocidad femenina
la recolección meticulosa del dolor humano.



IV

Luego de la muerte de la zarina
un escapulario roto con la efigie
de un hombre con rasgos semíticos,
mirada penetrante y una larga barba negra
debió ser extraído con pinzas de algún recóndito lugar
entre sus gualdrapas decimononónicas.

En la reliquia se encontró
un mapa amarillento
el plano del Kremlin invadido
por puntitos rojos.

La gran plaga bíblica
leída en las líneas de las manos de la zarina por Rasputín
murmuraron los allegados.

La memorabilia rusa violentada
por el adulterio de la zarina
trató de ocultar el hallazgo.

Pero la decadencia del imperio
era incipiente
“la realidad inmediata del Espíritu es su hueso craneano”
dijo Hegel
y toda la intelligentzia se pusó al servicio del zar
para dilucidar los puntitos rojos.

En medio de la nieve
un barrendero se chocó
en la explanada de la actual Plaza Roja
con un cráneo de mono.

Los científicos asociaron la premonición
reseñada en el mapa del escapulario
con la emergencia del demonio rojo.

Pero el embananamiento universal
ya era inevitable.

2 comentarios:

deandra dijo...

holas, leslie, hace tanto tiempo ya no? je, pasaba por el blog y quería saber si me podés facilitar el nombre del autor de la fotografía en la presente publicación.

vos todo bien?

Leslie Anne dijo...

Hola, Andrade! Por acá todo bien. El nombre de la autora es Flavia Da Rin (me olvidé de ponerlo!)y podés encontrar más fotos de ella en Proyecto bola de nieve.
Un abrazo grande!